Esperanza Aguirre demuestra una
habilidad única en España para lograr el impacto mediático. La presidenta
aplica en política técnicas de comunicación extendidas en el mundo anglosajón
Mézclese Casa Real, patria y
fútbol y agítese bien. Con este cóctel explosivo, la presidenta de la Comunidad
de Madrid, Esperanza Aguirre,exministra y con una carrera política de más de 30
años, logró avivar la semana pasada una polémica de tintes populistas, en
vísperas de la final de la Copa del Rey, al reclamar medidas drásticas para
impedir que se pitara el himno nacional durante el partido, como al final
ocurrió. Lejos de dejar indiferente a nadie, Aguirre movilizó con sus
declaraciones a sus fieles y desató a sus críticos.
Frente a quienes alabaron que la
presidenta fuera la única, una vez más, que se atrevía a expresar en voz alta
lo que muchos pensaban, otra parte de la opinión pública señaló los problemas
que acosaban a la dirigente madrileña. Entre ellos, el desboque inesperado del
déficit de una comunidad que hasta ahora alardeaba de ser la primera de la
clase, una huelga de la enseñanza pública y la crisis de Bankia, donde son
evidentes los lazos con el PP madrileño, que ella controla. La expresión
“cortina de humo” se extendió: se asociaba la estratagema de Aguirre con la
vieja táctica militar de soltar humo en el campo de batalla para impedir que el
enemigo advierta los movimientos de las tropas. En definitiva, que invocara el
populismo más tosco para ocultar problemas domésticos. Hasta el punto de que el
sábado 26 a las ocho de la tarde, un día después del partido, la búsqueda de
esta expresión en Google todavía mostraba como cuarta entrada una noticia en la
que se vinculaba a Aguirre con la final de fútbol.
“Consiguió tocar la fibra”,
afirma Pau Canaleta, consultor en estrategia electoral, política y empresarial
y director del Centro Catalán de Análisis e Información Internacional, que
considera que la presidenta madrileña logró su objetivo, porque obtuvo un gran
impacto mediático, ya que, tras unas declaraciones en la emisora de radio Onda
Cero, el resto de medios, especialmente los deportivos, replicaron sus palabras
y multiplicaron su audiencia, mientras el problema del déficit apenas salió de
los límites de la comunidad madrileña.
“Ella esperaba consecuencias más positivas
que no ha tenido”, rebate Ángela Paloma Martín, periodista y asesora de
comunicación, que sostiene que Aguirre no contaba con la respuesta de su propio
partido, donde fue desautorizada: por la vicepresidenta, Soraya Sáenz de
Santamaría, o por el líder del PP vasco, Antonio Basagoiti, entre otros. “No
gestionó los comentarios del público político”, es el análisis de Martín.
Por otro lado, esta asesora de
comunicación señala que, en el contexto actual, en medio de una crisis
económica, es muy difícil utilizar cortinas de humo. “Yo no asesoraría a nadie
para que la utilizara”, indica. “Posiblemente lo que pretendía Aguirre era
ganar tiempo para explicar mejor el déficit”.
Sin embargo, más allá de que
fuera una cortina de humo bien o mal utilizada, lo que estos dos expertos en
comunicación política destacan es la formidable habilidad de Esperanza Aguirre
para subirse a cualquier tren que la coloque en el centro de la actualidad. Son
raras las cortinas de humo en la vida pública española, explican, pero tampoco
hay políticos que apliquen las técnicas de comunicación más extendidas en el
mundo anglosajón, cosa que sí hace la presidenta madrileña. “Esperanza Aguirre
es un plan de comunicación andante”, sostiene Martín. “Tiene un sexto sentido
para la comunicación”, coincide Canaleta.
“Gestiona muy bien su estrategia
política en cada momento”, explica la asesora de comunicación, que subraya que
la presidenta madrileña mide muy bien sus palabras, sabe cómo vestir en cada
momento, cómo actuar o cómo colocarse. “Sabe interpretar lo adecuado a cada
momento y eso la ha llevado a tener una fortaleza brutal”, afirma.
“Aguirre desarrolla la política
pensando en cómo comunicar”, explica Canaleta. Por eso, añade, siempre tiene
presente cómo se visualizará el mensaje que quiere transmitir y utiliza objetos
para atraerse a las cámaras de televisión. De esta forma, explica, coge los
artículos cuando visita un mercado o una pala si va a las obras del metro. “A
veces, el mensaje se refuerza mejor con una imagen”, explica.
Prueba de ello es que el archivo
fotográfico de EL PAÍS guarda imágenes de Esperanza Aguirre en las más diversas
situaciones y variada vestimenta: hay más de un centenar de fotografías en las
que posa con diferentes camisetas de campeones de distintas ramas del deporte y
competiciones, a los que ha recibido en la sede del Gobierno madrileño en la
Puerta del Sol —del fútbol al ciclismo pasando por el tenis, el baloncesto o la
fórmula uno—, otras tantas en las que aparece practicando ella misma ejercicio
—sobre todo el golf, pues cuenta con un hándicap casi profesional— y en un
sinfín de mercados, estaciones de metro, carreteras, hospitales, centros de
salud o edificios públicos a inaugurar.
Cómo olvidar cuando compareció
ante la prensa en calcetines de avión y sandalias de tacón, recién llegada de
Bombay, donde había sufrido un atentado terrorista en su hotel; despeinada, con
la ropa arrugada y el maquillaje corrido, como si sus responsabilidades
públicas no le hubieran permitido ir a casa a tomar una ducha antes de la rueda
de prensa. Sin decir una sola palabra, ya había enviado a través de los
televisores la imagen de una mujer desvalida y vapuleada por los
acontecimientos, pero que a la vez no dudaba en rehacerse y asumir sus
obligaciones, obviando que había abandonado la India sin el resto de sus
acompañantes.
Y, sin embargo, en su imagen hay
poco margen para la improvisación. La presidenta de Madrid dedica mucho tiempo,
esfuerzo y dinero a la comunicación. No es una habilidad personal de Aguirre,
aunque ella la haya interiorizado y le saque partido. Porque detrás de ella hay
un equipo de Comunicación, formado por más de medio centenar de personas, a
sueldo del Gobierno madrileño y a las órdenes de la periodista Isabel Gallego,
un cargo de confianza con rango de director general de la Administración
pública. Este equipo incluye una decena de personas que trabajan directamente
para la presidenta, más una media de dos responsables de prensa en cada una de
las ocho consejerías. Pero también comprende el personal de prensa que hay en
todos los hospitales públicos, los servicios de emergencia, los organismos
públicos y la Asamblea de Madrid. Además, Aguirre cuenta con otro equipo
adicional en el PP de Madrid, con un jefe de prensa en la mayoría de los 177
municipios, salvo los muy pequeños, de la región. Todos coordinados y
organizados entre sí.
Este equipo está al servicio de
una política de comunicación personalista, en el que apenas hay separación
entre el papel de Aguirre como presidenta de la comunidad autónoma y el que
tiene como líder de su partido en Madrid. No es raro que anuncie medidas de su
Gobierno en actos de partido, ni tampoco que hable de asuntos internos del PP,
incluso a escala nacional, desde la sala de prensa de la Puerta del Sol.
Aguirre opina de todo casi siempre, cuando le conviene; y, cuando no, zanja sus
declaraciones firme, pero con educación, y hasta con bromas. Como aquella vez
en la que anunció: “Como llevo zapato plano no hablo”. Y no dijo nada más, pero
salió en la tele.
“O la adoras o la detestas”,
asegura Yuri Morejón, consultor de comunicación pública y autor de De tú a tú.
La buena comunicación de gobierno, publicado por Yescom Consulting, que él
dirige. “El hecho es que no despierta indiferencia y ese es el primer paso para
destacar”. La tesis de Morejón es que Aguirre tiene claro algo que ya definió
el humorista estadounidense Bill Cosby: “Yo no sé cuál es el camino del éxito,
pero el del fracaso es intentar contentar a todos”. Y así, agrega, Aguirre
tiene muy claro quién es su público, dónde está y qué piensa. Y a él se dirige,
sin importarle si pisa el callo a sus detractores.
Por otra parte, explica este
consultor, la presidenta madrileña no ha dejado de romper moldes a lo largo de
su carrera política: fue la primera presidenta del Senado, una de las primeras
mujeres ministras en los Gobiernos de José María Aznar, y, ahora, una de las
escasas mujeres que presiden una comunidad autónoma. También ha sido pionera en
materia comunicativa, señala. De ahí que en estos nueve años a la cabeza de
Madrid haya transformado su imagen pública radicalmente: “Como ministra era una
política menos segura de sí misma y consiguió darle la vuelta a su imagen para
basarla en atributos de liderazgo más sólidos”.
O, por ejemplo, no duda en
servirse de las nuevas tecnologías. Morejón recuerda que Aguirre utiliza el
teleprompter, un atril transparente que, colocado ante un orador, le permite
leer un discurso sin que parezca que lo esté leyendo. Es un aparato muy
utilizado en la televisión, pero que en España apenas utilizan los políticos como
si hace, por ejemplo, el presidente estadounidense, Barack Obama.
“Lo que hace Aguirre es tener
todo tan preparado, que en el momento de utilizarlo parece improvisado”, señala
Morejón. Entre las habilidades de comunicación de la presidenta madrileña, destaca
la cualidad de lograr impacto y aparecer en los medios nacionales: “Más o menos
lo hace cada 10 días o semana y media y siempre relacionada con una noticia del
día”. Señala también su facilidad para proporcionar imágenes. “Los medios no
necesariamente recogen lo que es importante, sino lo que es interesante.
Consciente de ello, es experta en mimetizarse con el escenario”, asegura. Es
decir, que, en lugar de ofrecer imágenes institucionales, con discursos sobre
un atril, ella baja al público. “Parece una más, pero en realidad está
liderando la fotografía”, analiza.
Además, continúa, la presidenta y
su equipo saben usar lo que los politólogos denominan “el timing”. Es decir,
tiene la capacidad de ser la que pone sobre la mesa el tema que despierta a la opinión
pública o, al menos, la sensibilidad de enganchar problemas que ya están en la
calle y apenas recogen los medios.
“Sabe rentabilizar al máximo cada
comparecencia en términos de notoriedad”, concluye Morejón. “Aunque eso no
siempre es sinónimo de popularidad en positivo”. Y lo hace porque utiliza un
lenguaje “claro, poco ambiguo”, es “breve, directa, sin complejos” y
“cotidianiza la política”. A la vez, utiliza un tono castizo, muy madrileño,
que le permite conectar o, al menos, mantener un vínculo emocional con muchos
madrileños.
Por otro lado, su forma de hacer
política da prioridad a su marca personal, más allá de la del PP. Por eso, en
Madrid se identifica al partido con Esperanza Aguirre y viceversa. “Ella es
fiel a su estilo, a su proyecto y a su forma de hacer política”, destaca
Morejón. “Y, siempre que se ha saltado la disciplina de partido, ha sido para
darse ella valor añadido”.
Por último, señala como otra de
las cualidades comunicativas de Aguirre la convicción. “Puede estar equivocada
o no, tener la mejor solución, o no, pero lo que la gente valora es la
determinación con la que defiende una idea”, explica. “Si marcas el camino, la
convicción se percibe y genera seguidores”.
Los expertos consultados
sostienen que lo que funciona en Aguirre no es aplicable tal cual a otros
políticos. Pero también alertan de que una buena comunicación es necesaria. No
por sí misma, sino siempre de la mano de la gestión, porque en función de cómo
perciba un ciudadano esa manera de dirigir, opinará, votará y actuará. Y, por
eso, cuestionan a los políticos que se limitan a reaccionar. “La buena
comunicación es anticiparse”, sostienen. Y eso Aguirre lo borda.
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